
Texto por Mercedes Saya
“¿Oye, y tú por qué no hablas? Es que eres igual que tu madre, siempre estás callada.”
“Kawaii” (可愛い) es una palabra que siempre me ha causado ternura a la vez que rechazo. Es una palabra, no, un concepto e incluso filosofía de vida que, entre otras cosas, describe personajes monos o cute, como los de Pikachu, Gudetama o Hello Kitty de la compañía Sanrio, la misma que creó el personaje de Aggretsuko. Para quien no la conozca, es un panda rojo millennial, oficinista u OL (office lady), que tiene que aguantar todos los días al cerdo de su jefe — literalmente — mientras navega el mundo laboral, machista, con un futuro incierto debido a la precariedad, que eventualmente le obligará a adentrarse en el pluriempleo, capitalizando uno de sus hobbies.
Y aquí es donde entra la peculiaridad de Aggretsuko, un personaje que aunque forme parte del elenco de Sanrio, no se le podría describir solamente como kawaii. De hecho, como informa su nombre en japonés, Retsuko (烈子) que viene de retsu (烈) o “feroz”, “agresivo” en español, ella, en esencia, sería justamente lo contrario. Esto es porque se le conoce por pasarse las noches desfogándose de toda esa rabia e ira que lleva dentro en las salas de karaoke, cantando, o más bien gritando todas sus frustraciones a ritmo de death metal y a modo de terapia. Una pequeña, aparentemente indefensa y adorable caricatura de un panda rojo, que tiene responsabilidades que le causan agobio y frustración, como a cualquier persona. Entre ellas: tener que pagar el alquiler, intentar sobrevivir al trabajo, saldar deudas y buscar una relación sexoafectiva estable. Tiene una más o menos clara idea de cómo quiere acabar en unos años, pero sin saber cómo aterrizar todos esos planes.
Mires por donde lo mires, la vida de Aggretsuko se asemejaría a la de cualquier chica joven de Tokyo. Su vida está plagada de problemas que afectan a todas las mujeres millennials, desde la precariedad laboral, el mal de amores, a esas constantes agresiones machistas, y el cúmulo de todo esto que nos lleva a momentos de desesperación y ansiedad e incluso episodios depresivos… Bueno, es que podríamos decir que su vida no difiere mucho a la de, por ejemplo, una chica de 23 años de Barcelona. Entonces, ¿por qué a una la tacharíamos de traidora del feminismo, conformista, sumisa y callada y a la otra, por lo general, la declararíamos feminista, luchadora, franca y directa?
Primero de todo, Aggretsuko, como tradicionalmente muchas otras OL, en su día decidió estudiar un grado superior de secretariado de dos años para conseguir un trabajo en el que encontraría a su futuro marido, para después de la boda dejar ese mismo puesto para tener un par de niñes y ser ama de casa. O no. Deja caer este escenario como algo que podría pasar, pero para ella lo más importante es encontrar a una persona con la que compartir experiencias, y encontrar una manera de mantenerse, sin tener una vida regida solamente por el capitalismo, y tiene muy claro que es lo que anda buscando. ¿Y qué hay de malo en eso? Aggretsuko muestra una de las muchas realidades que existen, y creo que representa muy bien los problemas y las ambiciones de muches jóvenes de hoy en día. ¿Por qué no la podríamos declarar como icono feminista?
Pero para mi lo más importante del personaje de Aggretsuko, es el hecho que desmonta muchos mitos de las mujeres japonesas, y a la misma vez de muchas mujeres en general. Volviendo a sus fantásticas sesiones de karaoke, con esto muestra que aunque todes queramos crear una coraza, que nos proteja de todas aquellas cosas, ya sean microagresiones machistas, e incluso racistas que recibimos a diario, necesitamos una manera de gestionar esos sentimientos de rabia, porque hacer ver que no los tenemos, o redirigirlos hacia conocides o desconocides, no hace bien a nadie.
Y esto me lleva a uno de los mayores mitos sobre las mujeres japonesas y a su vez las mujeres este asiáticas, de que somos sumisas, y calladas, algo que la figura de Aggretsuko negaría de forma rotunda. No somos unidimensionales, no todas seguimos el mismo patrón diseñado por una sociedad racista y patriarcal.
Es insultante que te rebajen tanto que solamente te quede una sola etiqueta; “callada”, en mi caso, o “enfadada” si hablamos de las mujeres negras. Nadie niega que en algún momento habitemos esos estados, pero nadie tiene el derecho a asignarnos esos roles o actitudes. Y al igual que un día podemos sentirnos así, podemos ponernos y quitarnos cuantas categorías queramos, y cuando lo decidamos. En nosotras habitan multitudes de identidades y no somos fáciles de definir justamente por esta razón.
Que comamos mucha mierda, y no queramos soltarla a todas horas del día no significa que seamos calladas. Que no nos apetezca responder a ciertos comentarios, o no queramos “aportar” a conversaciones no significa que seamos calladas, de hecho, como diría mi madre “si una mujer japonesa decide no hablar es por elección propia, habla y se calla cuando quiere, porque no siente la necesidad de demostrarte nada.”