Niña del mar
Voces
/ 15.02.21

Texto y fotografía por Catalina del Mar

Esta reflexión inicia con la idea del encuentro online Asian-Afro, realizado entre Catàrsia y Revista Negrxs unos meses atrás, donde Oyidiya Oji Palino y yo acercamos nuestras experiencias al vivir y crecer en España – Europa siendo afrodescendientes mestizas ambas. Hablamos acerca del activismo en este país y el lugar que ocupa nuestra generación en esta tarea. También conversamos sobre cómo nos representa la producción cultural española y el trato dado a las imágenes de nuestros cuerpos en los medios masivos de comunicación. Coincidimos en lo problemáticos que son estos vagos intentos por acercarse a nuestra experiencia, lo deshumanizador que resulta vernos siempre reducidos a la raza con la “buena intención” de educar a la población blanca.

Cuando Pai Pai me propuso colaborar con ellas (mil gracias Mercedes y Anna por la oportunidad), tenía que decidir sobre qué iba a escribir. Me puse a ver el directo (ya sin la presión de estar delante de una cámara) y me encontré con Oyi y una fantástica observación, <<Hemos empleado tiempo en interminables búsquedas en internet, viendo documentales, ponencias y entrevistas a hermanxs, destinamos dinero en viajes y comprando libros, casi tanto que vamos creando pequeñas bibliotecas, ¿por qué hay que seguir educando a personas blancas y crear un contenido/producto sólo para elles? ¿A nosotras (personas racializadas) quién nos ha enseñado en nuestra convivencia con el racismo?>>.

A veces estamos tan inmersas en hacerlos conscientes de nuestra realidad racial que olvidamos el punto realmente importante aquí, nuestro empoderamiento, expresarnos y hacer que otras personas de la comunidad piensen que es posible llevar a cabo sus sueños y proyectos. Situándome en un espacio tiempo paralelo, sigo hablando con Oyi. Para responder sus preguntas, que son las mías, es necesario ir hacia atrás en el tiempo, comprender la construcción de mi identidad y reflexionar sobre la producción artística propia y dentro de la comunidad. Todo ello para transformar el lugar de enunciación.

¿Por qué hay que seguir educando a personas blancas y crear un contenido/producto sólo para elles? ¿A nosotras (personas racializadas) quién nos ha enseñado en nuestra convivencia con el racismo?”

Mi experiencia con el colegio, instituto y Escuela de Diseño (todas instituciones públicas) en un entorno rural ha sido compleja dado que la presencia de personas no blancas es menor que en las ciudades, mejor dicho roza lo inexistente. No es que haya sido la única alumna afrodescendiente, es que era la única racializada en la clase. Esto me ha hecho comprender desde edad muy temprana que debía ser mi propia referente. A pesar de ser tímida, en vez de hacerme pequeña y estar callada en un rincón, siempre he sabido que defender mis puntos de vista era clave. El nivel de auto exigencia inculcado desde pequeña sumado al de no bajar la guardia al ser minoría conforman gran parte de mi carácter (creo que lamentablemente, está presente en muchos jóvenes de origen inmigrante crecidos en España). No se nos da la opción de querer pensarnos desde nuestra raza si no que en algún punto de nuestra infancia alguien nos descubre que somos negras, que somos la otra y que encima, a su parecer es malo malísimo.

Aún siendo la diferente, era consciente de por qué me toleraban. No era “negra del todo”, era mulata y mi color de piel era lo bastante claro como para no resultar “molesto”, en sus palabras “había ido a la playa y el bronceado me duraba todo el año”. Ojo, que cuando el curso iniciaba en Septiembre, yo dejaba de ser la compañera de clase con la que compartían meriendas y recreos, me había dado demasiado el sol y señalaban una y otra vez lo morena y negra que estaba. Yo no desconocía mis orígenes, además de haber espejos en mi casa, se me explicaron y se me enseñó a respetarlos y quererlos. Los que parecían olvidarlos (intencionadamente) eran ellos, en cambio tenían grabada en la memoria la clasificación de castas hecha en Abya Yala por los colonizadores españoles, entre más negro es peor, el salta pa’ atrás – empeoramiento de la raza blanca. Yo en los tres meses de verano “saltaba hacia atrás”.

Siempre me ha dado mucho coraje que mi persona se construya desde el factor externo, ¿y a qué persona racializada no? Nos definen y juzgan con etiquetas y estereotipos creando categorías cerradas que simplemente no existen fuera de su constructo colonial y su imaginario civilizatorio, eso a lo que se refieren cuando dicen que todos los negros/chinos somos iguales.

No me gusta el término mulata, primero por su origen relacionado con una mula (híbrido entre yegua y burro) y segundo porque es muy simple, unión de blanco y negro, sale marrón claro. Mi madre y mi padre en sí ya son mestizos, por lo tanto yo no soy el resultado de una fórmula idéntica que se repite una y otra vez. La supremacía blanca y la escala racial derivadas de la colonización no son asuntos ligeros ni simples. Me niego a ser simple y ponértelo fácil, la configuración del mundo que hemos heredado es muy compleja e injusta, como bien decía Oyi, nos lleva mucho tiempo comprender qué factores pasados la han causado y que es mucho más grande que nosotras y las decisiones que hemos tomado. No pido consejos de autoestima ni superación personal, dejo a un lado la moralidad, estoy hablando de responsabilidad histórica y de un sistema de dominación y desigualdad.

El hecho de ser third culture kid (Niña de Tercera Cultura) y además de culturas no hegemónicas, me ha obligado a explicar continuamente mi aspecto físico y mis comportamientos (prendas, acento, música, comida etc.). Me ha situado en una intersección de culturas incesante, las cuales a menudo se contradicen o son opuestas. El sociólogo y activista W.E.B Du Bois lo describió perfectamente en el libro The Souls of Black Folk (1903), <<La “doble conciencia” es un sentimiento de “dualidad” para los afroamericanos: dos almas, dos pensamientos, dos luchas no reconciliadas; dos ideales en guerra en un cuerpo oscuro.>> A pesar de esto, con el tiempo y la experiencia he comprendido que mi identidad fluye, necesita de constante aprendizaje, tiene hambre voraz y que mi sentido de pertenencia se asocia más a personas que a un territorio.

No pido consejos de autoestima ni superación personal, dejo a un lado la moralidad, estoy hablando de responsabilidad histórica y de un sistema de dominación y desigualdad.

Actualmente al multiculturalismo (que no interculturalismo) y a las personas mestizas se nos venden como #cool, #green y #ethical. Es una manera tremendamente plana y fija de abordar el tema, pues se dejan fuera sus ejes principales: raza, etnia, tradición, género e idiomas. Se aparta la heterogeneidad de las personas que lo componemos y por consiguiente su debida comprensión y respeto. Nuestra identidad como personas se reduce a una tendencia más en el marketing, de forma estética y estratégica, sin ninguna intención de transformación social o de equiparar posiciones de poder. Un espejismo de igualdad que abanderan desde multinacionales a museos de arte contemporáneo con discursos de fácil consumo y fotos bonitas que ni cambian nuestro lugar de enunciación, ni educan ni nos ubican en el centro, o mejor dicho borran EL CENTRO para que todas podamos hablar desde la misma plataforma. Diversidad e inclusión pasan a ser conceptos para el panel de inspiración en una campaña, a eso quedamos reducidas una vez más. Se generan nuevos mecanismos de aparente transformación que siguen siendo tremendamente horribles, violentos y racistas, bajo el paraguas de unos modelos de gestión cultural que borran la memoria histórica, olvidan la reparación de traumas y descartan por completo un reparto justo de recursos. Teniendo en cuenta el poder pedagógico de la cultura y el arte, su gran capacidad de síntesis, cómo agilizan ciertos procesos de aprendizaje y cambio y cómo modifican radicalmente imaginarios colectivos, no es de extrañar que hayan creado tantos sistemas de control para evitar que se use como herramienta poderosa.

Diversidad e inclusión pasan a ser conceptos para el panel de inspiración en una campaña, a eso quedamos reducidas una vez más.

Dado que siempre se nos ha negado la pertenencia al espacio por dicha identidad y que en ningún territorio somos seres de derechos plenos, habrá que crear nuestra propia vanguardia desde los márgenes, siendo muy conscientes y con un enfoque radicalmente diferente. Permitiéndonos explorar ese rico universo inmenso del que somos herederas. Expresándonos colectivamente con un lenguaje propio para plantear nuevas narrativas y situarnos en escenarios diferentes a los que nos designan desde su mirada. Dar valor a nuestras propias vidas, confiando en nuestras habilidades, herramientas e identidades para no seguir relegadas al asiento de atrás sin derecho a decir no. Es un acto de valor, investigación y amor propio, que debemos acompañar de constante revisión, aprendizaje y deconstrucción.

Niña del Mar

Tengo un pie a cada lado del afluente
pero mi casa no está en ninguna de las dos orillas
me siento cómoda en el agua
me permite cambiar de forma y crecer
traspaso todas las barreras que pusiste ante mi.
Me hago agua, es mi estado más puro. Soy yo.