Entrevista a Alexandra Masangkay
Entrevistas
/ 19.12.20

Entrevista por Anna Fux
Fotografía de portada por Boris Schipper
Fotografías de la entrevista por Alba Pérez Padilla

Alexandra Masangkay no siempre quiso ser actriz, de hecho, empezó estudiando ingeniería química. Pero la vida da muchas vueltas y en una de esas vueltas, aparecieron los escenarios: en el 2011 pasó por Operación Triunfo, más tarde la pudimos ver en los musicales The Hole Zero y Flashdance. Al mundo cinematográfico se introdujo con su interpretación en 1898: Los últimos de Filipinas y El Hoyo.

Su compromiso con la consciencia colectiva de nuestra comunidad es algo que trasciende el claro Kayumanggi* con el que se identifica en las redes sociales. En noviembre dio un discurso de agradecimiento antirracista por recibir el premio del festival de cine Ficsem en Torre Vieja. Hoy le hago las siguientes preguntas:

Si esto fuese un cásting, ¿qué me contarías de ti?

(Risas). Odio las presentaciones. Pero es cierto que, por lo general, si fuera un cásting, diría mi nombre, la edad no; se recomienda no decir la edad, porque si encajas en un perfil, tiene que ser independientemente de tu edad.

Pero Asians don’t raisin

Depende de cómo envejezca, si sigo a este ritmo… (Risas)

Luego siempre cuento que tengo orígenes filipinos, nacida en Barcelona y poco más. Que soy actriz, que empecé cantando, pero más tarde descubrí mi profesión, ya sabes, los caminos de la vida… Te encuentras con cosas que quizá te alimentan más el alma y en mi caso fue la interpretación.

Si no tuvieses que presentarte como actriz, ¿cómo te presentarías?

Esta pregunta me parece súper difícil, porque yo soy la que soy siendo actriz, es decir, no separo mi profesión de mi individuo. Es que para mí la interpretación fue una catarsis, fue un descubrimiento personal, fue conocerme… Entonces nunca sabría decir quién soy si no soy actriz.

Reformulemos la pregunta: un domingo a las 7 de la tarde, ¿quién eres?

¿Un desecho social? (risas). Un domingo a las 7 de la tarde… Creo que tampoco te voy a ayudar… Pero ya estoy preparando la semana. Al ser también una mujer emprendedora, los fines de semana me toca trabajar. No desconecto mucho de lo profesional, siento que tengo que estar haciendo algo productivo constantemente, lo cual también es un fallo generacional que nos pasa a todes. Quizá en lo que sí estoy más metida es siempre ser mejor persona, en esto me ayuda la intepretación. Intento también formarme en feminismo, antirracismo y conocer un poco los problemas y conflictos actuales. Para ser mas consciente, porque creo que tenemos que saber qué está pasando para saber hacia donde vamos.

Ahora mismo estamos en tu estudio Lapu-Lapu, que abrió recientemente, ¿qué hacéis aquí?

Es un estudio que tiene como objetivo ayudar a artistas, a actrices y actores a complementarse con un precio bastante bajo. Como nuestra profesión es bastante intermitente, de hecho, solo el 2% puede vivir de ello, el resto tenemos que buscar trabajos complementarios para poder sobrevivir y aun así siempre tenemos que seguir formándonos. Es decir, tú puedes hacer tu carrera de cuatro años pero es que si luego dejas de entrenar, da igual lo que hayas estudiado, se va a la mierda.

En este espacio intentamos crear un lugar de red donde conocernos más entre nosotros, porque hay mucha competencia: poco trabajo genera mucha competencia. Así que creamos este espacio para conocernos, hacer piña, crear confianza y posibilitar a gente sin recursos permitirse un taller, un curso, o algo más regular.

Has dicho que naciste en Barcelona, eres hija de migrantes filipinos y creciste en el Raval. Ahora vives en Madrid, ¿qué echas de menos del Raval?

Echo de menos mi familia. Echo mucho de menos tenerles cerca, porque todos mis tíos de parte de mi madre viven en el Raval. Echo de menos poder ir a casa de mi tía a que me alimente, echo de menos también la sensación de barrio… Es que al final, si creces en el barrio, no sé si es por la composición de las calles o el olor, pero directamente te traslada a otro lugar de la infancia: eso es ser homesick.

En tu adolescencia cambiaste de un colegio del Raval a un colegio que fue totalmente blanco, ¿cómo fue el verte en una institución tan diferente?

Yo ahora lo siento hasta como un privilegio el haber vivido y crecido en un barrio rodeada de tanta variedad cultural. Nunca me sentí diferente. ¡De hecho empecé a sentirme diferente cuando empecé a cambiarme de colegio! Decidí cambiarme a un colegio súper lejano del barrio, a uno de los más pijos, en el barrio de Sarriá y allí me di cuenta que era diferente.

Es súper extraño porque me pasaba– y a día de hoy me sigue pasando– que me miro al espejo y se me olvida que soy asiática. Allí sí fue un shock porque constantemente se me preguntaba de dónde era, que dónde estaba Filipinas… Hubo gente que me decía “Yo nunca he pasado de la illa” “Nunca he pasado La Gran Via”, porque los familiares de estos estudiantes decían que lo que había debajo de esa zona era súper chungo: el Raval obviamente. Le tenían miedo sin conocerlo. Muchos vinieron al barrio conmigo y les encantó, fliparon, cuando estábamos en el Macba, hacíamos bailes, nos creíamos del Bronx, y realmente la sensación de mis compañeros era esa.

Para mí el Raval era la realidad, mientras que esta gente vivía en nubes de algodón. El Raval tenía sus pros y contras. También hubo momentos en los que lo pasé muy mal, por ser asiática y por ser mujer. Había una norma no escrita que era, vamos a respetarnos los que vivimos aquí, pero eso tampoco te daba la certeza de que no pasara nada, de hecho, atacaron a muchos familiares.

¿Crees que es una performance el vivir en una sociedad mayoritariamente blanca?

Creo que lo hacemos inconscientemente. Creo que es resiliencia y supervivencia, inconsciente. Yo tengo la suerte de haber tenido una buena infancia y juventud, siempre he estado muy por encima de lo que me dijeran. Luego los fines de semana tenía Eskwelang pinoy*, estaba rodeada de mis amigos filipinos, de mi pareja de aquel momento, las raíces estaban, el tronco estaba, entonces cuando luego tenía que convivir con otras situaciones, me sentía protegida, me sentía fuerte.

Hablas de Eskwelang pinoy y todavía alucino con que eso exista. Habiendo crecido yo en un pueblo blanco, me sigue pareciendo inimaginable.

Las realidades racializadas son muy diversas. Mi colegio de primaria, que está al lado de Sant Antoni, fue Sant Francesc de Assís. Nosotros fuimos la primera generación de filipinos y a día de hoy el 80% del alumnado es filipino. De hecho, los profes están tan adaptados, que enseñan bailes tradicionales filipinos, como en Estados Unidos, donde el tinikling* se practica en gimnasia en algunos colegios. Eso me parece increíble. Esta ha sido mi verdad, eso es lo que yo he vivido, me sentí siempre muy reforzada. Supongo que sí, que me tocó improvisar un personaje que nunca había tenido que hacer, pero que para mi fue hasta divertido por eso, porque yo creo que tenia ese tronco allí, estaba sujeta por mis amigos y por la familia pinoy.

En el 2016 salió la película Los últimos de Filipinas, en la que tú interpretaste el papel de Teresa, que era la única mujer entre siete hombres.

Sí (risas). Vuelvo a ese momento y no era nada consciente sobre nada de esto, pero nada. Pero porque era mi primera peli, claro, yo me vine a Madrid para empezar mi carrera, empecé a formarme en interpretación y a mi me parecía imposible que hubiera la posibilidad de que hiciera cine, en España. No hay personajes que sean representados por racializados, o muy pocos.

¿Te planteaste alguna vez que ese papel sea el último? Es decir, la última vez que interpretas una filipina.

Para nada, o sea me va a tocar hacer personajes de filipinas, obviamente con orgullo, pero también porque es lo que hay a día de hoy. Creo que la cosa obviamente está cambiando con todo lo que está pasando, con movimientos como Black Lives Matter, pero en España está tardando bastante toda esta conscienciación. Pero porque las grandes empresas como Netflix, o los Oscars también, han puesto unas condiciones: no puedes presentar una película si no tienes un mínimo de gente racializada, mujeres, etc etc. Estas normas, aunque parezcan que no, hacen mucho, y nos van a rebotar de una forma u otra.

Tiene que mejorar la industria y también la diversidad de las historias que se están contando. No es normal que a día de hoy solo haya recibido un cásting de mujer. Siempre he recibido: mujer asiática, mujer racializada o mujer con rasgos (los que sean). Pero nunca había recibido “mujer de 25-30 años”, solo uno. Entonces, esto es muy representativo de cómo está funcionando la industria. También he de decir que si no hubiera habido esa película 2016, porque la primera se hizo durante la época de Franco, quizá nunca habría trabajado en cine.

En otra entrevista te preguntaron qué es lo que se te da bien y tú dijiste llorar.

Socialmente, llorar se asocia a debilidad. Me da mucha rabia. Es como: tío, se me da súper bien, pero la gente piensa que soy una débil. Con los años me di cuenta que era una fortaleza mía. Y como actriz me viene genial.  

Se me da bien porque mis padres son muy emocionales y yo siempre he visto lágrimas tanto para reír, como para algo malo. Mi madre vino muy joven a España, muy homesick. Recuerdo el primer viaje, tenía 4 -5 años. Recuerdo el momento de aterrizar en Filipinas, cómo a mi madre se le ponía la nariz roja, cómo estaba a puntito de llorar. Entonces, esa ha sido mi normalidad: sentir felicidad y llorar. Sentir frustación y llorar.

El papel de Miharu, el personaje que interpretas en la película El Hoyo, lo has descrito como un reto como actriz por ser un personaje que no tiene contenido verbal pero sí un fuerte monólogo interno. Al leer esto dije: espera, esta descripción me suena al estereotipo que se tiene de la mujer asiática.

Lo veía en las películas, lo veía en las series y no me di cuenta hasta que me tocó interpretar un papel. Las representaciones son de estatuas, ¡ni siquiera monólogo interno! También generalizamos a las mujeres asiáticas, cuando son tantos países, cada cultura es distinta. Lo que sé de mi madre, de mi abuela, de todas las mujeres filipinas, ya las puedes meter debajo del agua que siguen sin callarse. Lo que he visto es que las jerarquías, la gente con la que se relaciona mi madre son sus jefes. Cuántas veces he escuchado a filipinos y filipinas decir: «Usted, siéntate aquí (acento filipino)». Que es como… No le hables de usted, ¡hablale de tú! El tema de la jerarquía… La traba del lenguaje… Que aunque lleven años aquí y puedan hablarlo y tal, siempre va a ser algo que de alguna forma se sientan inferiores.

No siempre quisiste ser actriz, de hecho empezaste la carrera de ingeniería quimica. ¿Cómo fue eso?

Padres. Padres y más padres. Fue cumplir. Es una cosa de la que me he dado cuenta que es que durante toda mi infancia, mis padres son muy exigentes. Tienes que sacar las mejores notas, un 7 u 8 es.. Mal. Me amenazaban con llevarme a Filipinas si no sacaba las mejores notas, ojalá lo hubiese hecho.

Hay otro cliché, que tú además confirmas, que es que todos los filipinos saben cantar. Y bailar.

Lo empecé a decir muchísimo porque es una realidad. Es un hecho que en la cultura filipina te toca mamarte karaokes. Otra cosa es que lo desarrolles mejor o peor, pero cantar… Cómo no vas a cantar si has cogido un micro desde los tres años. No nacemos y sabemos cantar porque “biológicamente…” o porque “tenemos el tórax con más capacidad para…” ¡Es que hasta si te vas a un funeral, tienes un karaoke! (Risas) Aunque no te conozcan, te invitarán a un funeral de alguien que no conoces, comerás comida filipina y cantarás karaoke. Yo no entiendo cómo estoy aquí en Madrid y no tengo karaoke en casa. ¡Deberíamos insonorizar la sala! Cuando fui a Filipinas en 2016, estábamos en la selva y se escuchaba karaoke. Whitney Houston, Celine Dion… Love songs de los 90 a muerte. Total eclipse of the heart es para siempre. ¡El politono de mi móvil!

Por último, ¿qué te gustaría ver en la comunidad filipina en un futuro a medio plazo?

Mi objetivo es hacer una película de ficción en la que quiero contar la historia de mi generación, de mi generación filipina: los que son de mi quinta, y que vivimos esa diferencia generacional con nuestros padres, donde siempre ha habido muchos conflictos. Creo que es necesario hablarlo, que se sepa. Contar qué significa ser filipino o filipina en España. Dar una herramienta para todas las generaciones que vengan. Creo que es lo que puedo aportar porque me dedico a ello y que creo que tiene que ser representado en un medio, también en algún momento un documental, pero me gustaría hacer una película de ficción basada en hechos reales.

Cuando llegue el momento, hit us up!

*Kayumanggi: término filipino que hace referencia al tono de piel moreno o «brown». Se trata de un reclamo identitario por parte de personas filipinas, especialmente en entornos antirracistas, decoloniales y activistas.
*Skwelang pinoy: Escuela filipina en Barcelona.
*Tinikling: danza tradicional filipina en la que se usan dos o más cañas de bambú: quien baila se mueve entre y salta por encima de las cañas que están en constante movimiento. Vídeo