
Texto y fotografía por Anna Fux
Escribo este texto para la diáspora asiática que no es estadounidense. Escribo para les asians que miran hacia Estados Unidos horrorizades y se preguntan: ¿cuándo empezará eso aquí también? Escribo este texto por alusiones, porque cuando atacan a una persona asian, nos atacan a todes. Escribo con la masacre de Atlanta en la mente y con los incidentes en la televisión italiana y española en mi pantalla. Podría poner mil ejemplos más. Sabemos lo que está pasando, ¿y ahora qué?
Me gusta el concepto de «dolor anticipado» porque abraza lo que sentimos en marzo del 2020. Ahora, un año después, todavía carecemos de datos que cuantifiquen las agresiones a nuestra comunidad. Solo tenemos los relatos personales: «A una conocida la atacaron» … «A este familiar le destrozaron la ventana de su negocio», que documentan el dolor ahora consumado. Pero ese dolor anticipado no acaba, sigue su rumbo, con noticias e imágenes violentísimas que anidan en nuestro subconsciente y nos refuerzan el miedo. ¿Cuándo seré yo?
Estas semanas ando revisitando Minor Feelings de Cathy Park Hong, una lectura que me dejó mi querido amigo Chenzhen Hu. En la página 127 leemos: “Si tengo que pensar a qué se parece el ascenso de la extrema derecha, todo lo que tengo que hacer es cerrar mis ojos y recordar mi infancia”. Esto hace que piense en les más jóvenes de nuestra comunidad. En uno de los textos que publicamos el año pasado, lo que repetían todas las madres asiáticas era el dolor de no solo experimentar racismo ellas, sino que ocurría delante y hacia sus hijes. Nosotres recordamos nuestra infancia para saber qué es la extrema derecha en el poder, elles vivirán una infancia viendo el ascenso de esta. ¿Qué es más doloroso, un recuerdo o el dolor presente? ¿Qué consuelo existe para nuestres niñes interiores herides si lo que causó el dolor continúa?
¿Cómo cuidar, si no estás ni en condiciones de cuidarte a ti misme?
Estas semanas parecía que no había, ni teóricamente ni de facto, espacios para nuestro dolor. ¿Cómo, si nadie (no-asian) sabía de ello? ¿Dónde y con quién doler cuando reuniones comunitarias son tan difíciles actualmente? ¿Cómo cuidar si no estás ni en condiciones de cuidarte a ti misme?
Este dolor nos desgasta. No quejarnos y simultáneamente ser invisibilizades, desgasta. Pero además, normaliza nuestro sufrimiento. Nos erosiona a nivel individual y a nivel colectivo.
El mito de la minoría modélica está tan integrado en el sentir-pensar occidental…
Habitamos un no-lugar muy particular porque nuestras experiencias como personas racializadas son anuladas. El mito de la minoría modélica está tan integrado en el sentir-pensar occidental, ocupa tanto espacio, que no hay lugar para nuestras vivencias. No importa que heredemos el dolor racial. Al fin y al cabo somos la comunidad casi-blanca, de clase alta e hipereducades, ¿verdad?
Eso no solo es mentira, sino que directamente elimina las experiencias de asians no educades, asians precaries, trabajadoras sexuales, asians negres y marrones. En definitiva: aquellas vidas que más han sido afectadas siempre.
Ha habido un silencio muy sonoro alrededor de la violencia que hemos vivido y sobre este se edifica el que volvemos a vivir, de forma más brutal, desde el inicio de la pandemia. Solo en ese silencio, irónicamente el único lugar que no nos van a negar como nuestro, insertamos nuestro dolor y nuestro miedo. Es allí donde hay muros que derribar. Nombremos nuestro dolor, llamémoslo por su nombre: racismo antiasiático.